Aunque muchas veces hayamos oído que el alcohol mata las células cerebrales, lo cierto es que, al ser un depresor del sistema nervioso, lo que hace es entorpecer el funcionamiento de las células: el alcohol aumenta el funcionamiento de neurotransmisores inhibitorios (GABA) e interfiere con la comunicación entre células; pero no las mata. Y esto es con un consumo alto. El consumo moderado está empezando a demostrar ciertos efectos positivos (por ejemplo mejoras cardiovasculares que pueden asociarse con el riego sanguíneo cerebral).

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Lo que está claro, es que el hábito de beber mucho en poco tiempo, ocasiona daños cognitivos, lo que en el caso de los y las más jóvenes, es aún más preocupante.

Recientemente, investigadores de la Unidad de Deterioro Cognitivo del Hospital Valdecilla, han realizado un estudio en alumnas y alumnos universitarios de la Escuela Gimbernat-Cantabria en los que han evaluado los efectos del hábito del botellón sobre algunas funciones cognitivas.
Según este estudio, los y las jóvenes con patrón de bebedor/a excesivo/a en fin de semana -fenómeno conocido popularmente como ‘botellón’- presentan peor rendimiento en pruebas neuropsicológicas que valoran la atención, la rapidez mental y la precisión al ejecutar tareas alternas.
La investigación, que ha dirigido el neurólogo Pascual Sánchez-Juan, consistió en analizar los hábitos de vida de 102 estudiantes, que se clasificaron en bebedoras y bebedores excesivos de fin de semana y no bebedores/as excesivos/as. Según este análisis, el 49% de los y las estudiantes resultaron ser bebedores/as excesivos/as, si bien todos y todas refirieron haber consumido alcohol alguna vez, con una edad media de inicio en el consumo de 15 años.

En este estudio se evaluaron la memoria lógica, verbal y visual, las habilidades visoespaciales, la atención y concentración, la capacidad de inhibir la respuesta automática, y la flexibilidad mental y velocidad visomotora.

Los investigadores encontraron que el alumnado con patrón de bebedor/a excesivo/a tuvo un peor rendimiento y tardaron más en completar el test, que las y los estudiantes no bebedores.
Apreciaron también que cuanto más temprana la edad de inicio del consumo, más tiempo tardaron los alumnos y alumnas en completar el test.

En función de los resultados obtenidos, el consumo excesivo de alcohol en jóvenes parece tener un efecto predominante sobre las áreas cerebrales que maduran más tarde en el ser humano, especialmente sobre el córtex prefrontal dorsolateral, que es una de las últimas en desarrollarse.

Además, los resultados sugieren que el consumo intermitente de grandes cantidades de alcohol es más perjudicial que el consumo regular y también que el perjuicio del consumo de alcohol con patrón de bebedor/a de fin de semana tiene un efecto acumulativo; esto es especialmente preocupante teniendo en cuenta que la edad media de los y las participantes es de 19 años y que tan sólo llevan una media de 4,2 años con esta forma de consumo.

El estudio señala la importancia de analizar el efecto del consumo de alcohol excesivo en cortos espacios de tiempo sobre las funciones cognitivas en edades tempranas, hecho que cobra especial relevancia dada la alta prevalencia de este patrón de consumo entre la juventud.