El acoso escolar es cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre escolares de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado y se suele manifestar a través de marginación, agresiones físicas y/o verbales, humillaciones, amenazas, chantajes, acoso o abuso sexual, intimidación, etc.
El acoso escolar está motivado por el rechazo a la diferencia y supone un delito de odio cometido por menores.
Ante el acoso escolar, el profesorado debe actuar de forma inmediata. Si un docente ignora una situación de acoso, puede ser responsable de un delito de omisión del deber de socorro. Además, el centro debe activar el correspondiente protocolo de acoso escolar; de no hacerlo podría incurrir en responsabilidades. En cualquier caso, los padres, madres, tutores o representantes legales de la víctima podrán denunciar los hechos.
El silencio de la víctima es el gran problema a la hora de detectar el acoso en las aulas.
En el caso de menores homosexuales (gays y lesbianas), bisexuales y transexuales, este silencio se agudiza; de hecho, la principal dificultad de este tipo de acoso es su invisibilización: normalmente no se denuncia por vergüenza o por miedo al rechazo y al acoso.
Para romper este silencio, es necesario fortalecer los lazos del chico o la chica con padres, madres y profesorado. Hay que concienciar al alumnado de la necesidad de denunciar la situación de acoso de un compañero o compañera para ayudarles a dejar de sufrir.
Es un tema muy preocupante, más aún si tenemos en cuenta que la homofobia y la transfobia constituyen el principal motivo para el insulto, la burla y el rechazo en los centros educativos.
Por este motivo, el Instituto de la Mujer ha presentado un nuevo protocolo para detectar y erradicar el acoso homofóbico y transfóbico en los centros educativos.
El objetivo de este protocolo es detectar los primeros indicios de acoso homofóbico, investigarlos y usar esos incidentes también como ejemplos para mejorar la educación en diversidad sexual. Entre otras acciones, propone crear asambleas de convivencia de alumnos y alumnas e invitar a personas adultas abiertamente LGBT a contar sus experiencias vitales en las aulas.
Para acabar con esta lacra social es imprescindible educar en el respeto a la diversidad y en la empatía, no sólo en la escuela, con iniciativas como esta, sino también en casa, pues como decimos siempre, la familia constituye el agente socializador primario y más importante y el pilar en la formación de la personalidad de niños y niñas.