Hasta hace pocos años los estímulos que recibíamos del exterior eran muy limitados y moderados y se trataba fundamentalmente de estímulos procedentes de nuestro entorno inmediato, familia, amistades,… .
Hoy en día, en cambio, cualquier niño o niña de diez años de nuestro entorno, ha recibido muchísima más información que cualquier ser humano anterior. Nos encontramos ante la generación más sobreestimulada de toda la historia de la Humanidad.
Los estímulos que reciben están dirigidos a todos sus sentidos: imágenes, sonidos, sabores,… ; además, no reciben sólo los estímulos de su entorno habitual, sino que en muchas ocasiones nos empeñamos en llenar todo su tiempo con actividades.
Tal volumen de información es muy difícil de manejar.
El problema es que la sobreestimulación provoca “tolerancia”. Es decir, el organismo se acostumbra a recibir con regularidad su dosis de estímulos, hasta que llega un momento en el que tal dosis no le satisface y busca una dosis mayor.
Niños y niñas que viven este efecto se hacen cada vez menos sensibles a los estímulos del entorno, y necesitan cada vez más. Se vuelven hiperactivos e hiperactivas, o muestran desmotivación mientras su imaginación y creatividad se van mermando. Les cuesta centrarse mucho tiempo en una misma actividad, y sienten que sus pensamientos se atropellan los unos a los otros.
Hace ya unos años que distintos expertos y expertas, como los del grupo de investigación sobre Neuroplasticidad y Aprendizaje de la Universidad de Granada (UGR), advirtieron sobre cómo la estimulación temprana podía influir negativamente en el proceso de aprendizaje.
Es necesario que los niños y niñas tengan tiempo para aburrirse, entendiendo el aburrimiento como la ausencia de motivación que incite a la acción física o mental. Necesitan tener tiempo todos los días para llevar a cabo actividades que no estén previamente estructuradas, organizadas y controladas por normas rígidas y preestablecidas. Es necesario tener la posibilidad de explorar y también la de equivocarse.
Si un niño o una niña se aburren y desean actuar tendrán que terminar encontrando o creando sus propias motivaciones.
La sobreestimulación, la constante motivación externa y el encadenamiento continuo de tareas y actividades programadas les saturan, agobian y ahogan su necesidad de crear.
Algunas recomendaciones:
- Procurar que tengan verdadero tiempo libre.
- Reducir las actividades extraescolares al mínimo necesario. Priorizar y tener en cuenta aquellas que son iniciativa de ellas y ellos mismos.
- Respetar su ritmo de maduración: necesitan detenerse y paladear cada edad y cada etapa.
- Interactuar y jugar con ellos y ellas si lo piden, pero sin organizar ni desarrollar las normas.
- Controlar el acceso a internet y las nuevas tecnologías. No deben convertirse en prioritarias ni conformar su principal forma de ocio.
- Distanciar el uso de ordenadores, tablets o teléfonos móviles de la hora de irse a la cama. El sueño es fundamental, y el cerebro necesita un tiempo para volver a la normalidad tras los estímulos recibidos durante el empleo de estos aparatos.
- Supervisar lo que ven en la tele, en internet,… .
- Necesitan contacto con la naturaleza. El ritmo que ésta establece actúa como un verdadero bálsamo. Necesitan tocar, oler, sentir y experimentar en espacios abiertos y naturales.
- Controlar los ruidos innecesarios. Si alguien quiere ver la tele en casa, escuchar música o discutir, los demás no tienen que compartirlo necesariamente.
- Prestar toda la atención posible a sus comentarios, preguntas y observaciones. Nada de lo que dicen es superficial, aunque en un principio podamos no entender lo que están intentando decirnos.