Francesco Tonucci por ser maestro, pedagogo y, sobre todo, por su vocación por la infancia se ha hecho merecedor del título de “niñólogo”.

Investigador del Instituto de Psicología del Consejo Nacional de Investigaciones (CNR) de Roma, ha dedicado su actividad profesional al estudio del pensamiento y del comportamiento infantiles en el ámbito de la familia, la escuela y la ciudad.

Es dibujante y autor de numerosos libros sobre el papel de los niños y niñas en el ecosistema urbano y de artículos en revistas italianas y extranjeras. Es el creador del proyecto Ciudad de los Niños y Niñas, que consiste en hacer una ciudad cuyo punto de referencia sean los niños y niñas.

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Hay un conflicto que los niños notan: Los adultos los quieren mucho, pero los escuchan nada

En su opinión, el sentido común es la mejor herramienta educativa de la que disponemos, pero hoy en día las familias sufren una gran presión por parte de la producción comercial y los medios de comunicación que las conduce a un comportamiento peligroso desde un punto de vista educativo.

El error más grande que cometen las familias es pensar que pueden proteger a hijos e hijas del mundo y que serán felices si reciben muchos regalos, si visten ropa de calidad y si tienen la oportunidad de asistir a actividades extraescolares de arte, música, deportes y lenguas. Pero en realidad, en muchas ocasiones se les está privando de la posibilidad de jugar, de salir con sus compañeros, de descubrir el mundo por sí mismos y de aprender poco a poco a hacer frente a los obstáculos que les presentará la vida.
Las familias tienen, hoy en dia, más miedos de los que se tenían antes, y la mayoría de las veces estos suelen ser infundados de lo que responsabiliza a la política y sobre todo a los medios de comunicación.
La sobreprotección causa enormes problemas al no darles las herramientas para enfrentarse por si mismos y mismas al mundo, desresponsabilizandolos de todo.
Tonucci defiende la importancia que tiene el dejarles enfrentarse al mundo, correr pequeños riesgos en la infancia, porque no experimentar estos riesgos a esa edad, hará que lo retrasen a la adolescencia que es cuando se expresarán con más peligro.

Otro error moderno es la posición sindicalista que a menudo asumen los progenitores con respecto a sus hijos e hijas con actitudes de reivindicación y de defensa, por ejemplo con respecto a la escuela y sus profesores. Lo único que consiguen así es colocar un fuerte obstáculo a la labor educativa y debilitar aún más una institución que ya está en dificultades.

Pero por otra parte, reconoce que los progenitores de hoy en día están mucho más preparados y sensibilizados hacia las necesidades de los niños. Los padres actuales se dedican a la familia mucho más y mucho mejor de como lo hacían nuestros padres. Pero esta mayor presencia puede convertirse en un error si así se priva a los hijos de la necesaria autonomía y libertad, adaptada a cada edad.

Para este gran conocedor de la infancia la clave para educar hijos e hijas felices es respetarlos como personas titulares de derechos y dueños de su propio futuro. Los hijos no son una extensión o prolongación de los padres. Es injusto esperar que ellos hagan o lleguen a ser lo que nosotros queremos. Serán felices si pueden llegar a darse cuenta de todo su potencial y desarrollar sus talentos.

Un buen carpintero será más feliz y económicamente más competitivo que un ingeniero mediocre

La tarea de la familia y de la escuela es ayudar a cada alumno, a cada alumna, a descubrir su vocación, su camino. Y dedicarles toda la energía necesaria para que lo consigan.

La garantía de una buena escuela son unos buenos maestros

Crítico con el sistema educativo actual, es un gran defensor de la necesidad de jugar más y pasar menos tiempo haciendo deberes de casa contra los que Tonucci tiene una pelea desde hace muchos años.
Si un niño no juega no crece, no se desarrolla, no aprende. La principal actividad con la que creamos los cimientos sobre los que luego construiremos nuestra vida es el juego.
La escuela debería estar sumamente interesada en que los niños y niñas jueguen y hay que comprometer también a las familias. A menudo se crean para los niños y niñas agendas más apretadas que las de los mayores.
En su opinión los deberes son una equivocación pedagógica y un abuso. Nunca consiguen el resultado que la escuela presume. La Convención de los Derechos de los Niños y de las Niñas habla del derecho a la escuela y al juego. Si la escuela ocupa la mitad del día, la otra mitad no debería ser suya, sino de los niños y niñas.